Con la celebración del Domingo de Ramos,la Iglesia nos invita a entrar en el camino pascual de Jesús. Camino que concluye su ministerio público, pasa por la Pasión y la muerte en cruz y, después de la Resurrección, llega a la gloria que Jesús compartirá para siempre con su Padre.
En su librito de los Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos invita a pedir “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado”. Pedimos que nuestra sensibilidad se conmueva ante el sufrimiento atroz de los tormentos de la flagelación, de la coronación de espinas, de la crucifixión y de la lenta agonía en la cruz.
El objetivo de esta sensibilización es movernos a amar más profundamente a Jesús y a seguirlo en nuestra vida.Si olvidamos ese objetivo fundamental, objetivo de los Ejercicios Espirituales y de toda la vida cristiana, fácilmente podemos quedarnos en una sensibilidad superficial. Nuestra respuesta a la Pasión puede reducirse a una compasión estéril, que comienza y termina en los sentimientos golpeados por la dureza de lo contemplado.
Mel Gibson, un cristiano fundamentalista, dirigió hace pocos años La Pasión, una película impresionante por la crudeza de las imágenes de la flagelación y crucifixión de Jesús. En la introducción a la película, aparece una cita de Isaías que recoge el sentido que el director le da a la pasión de Jesús. “Por sus llagas hemos sido curados”. La lógica de los sentidos es aplastante: viendo la crueldad de las llagas, llegamos a la profundidad de la sanación.
A más llagas, más curación.En el corazón del misterio de la Pasión, está la identificación completa de Jesús con la voluntad de su Padre. En la angustiosa oración del Huerto, Jesús, pasando por encima de la agonía de terror y desesperanza que le invade, termina pidiéndole al Padre que si no puede pasar este cáliz de sus labios que se haga la voluntad del Padre y no la suya.
En esa identificación con la voluntad de Dios por amor es que hay que encontrar la fuerza espiritual que nos sana.Pedimos que la sensibilidad herida por las imágenes de la Pasión mueva nuestros afectos y nuestra voluntad a buscar también nosotros la conformidad plena con la voluntad del Padre. Esa voluntad es la de dar vida al
mundo desde la fidelidad de Jesús a Dios y a nosotros.
Escrito por: P. Alberto García Sánchez, S.J.